Estuve como media hora haciendo resbalar mi ensalivada lengua por aquellas preciosas botas de montar. Yo seguía de pie, mirando furtivamente a la china que seguía restregándose contra las botas de aquella mujer, como si fuese un gatito mimoso. Sólo asegúrate de que las manijas de la hamaca están a la misma altura. Si el […]